Por Raquel Pérez
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13 de marzo de 2024
Al nacer tenemos un largo camino que recorrer en el desarrollo de nuestras potencialidades humanas, pero disponemos de una herramienta perfectamente operativa: nuestros seis sentidos. Olfato, gusto, vista, tacto, oído y propiocepción son una puerta al mundo. Nos permiten conocerlo, interpretarlo e interactuar con él. Los primeros aprendizajes que realizamos giran en torno a nuestro propio cuerpo. Nuestros sentidos hacen llegar información a nuestro cerebro sobre objetos y personas y allí dotamos a esa información de significado, la organizamos e interpretamos: En nuestro segundo año de vida ya estamos aprendiendo activamente a través de la exploración y experimentación. Estas experiencias y aprendizajes sensoriales y motores son la base para el desarrollo de nuestras capacidades cognitivas. Durante el período que va desde el nacimiento hasta los tres años es muy importante ejercitar todos los sentidos por igual para conseguir una integración sensorial que nos permita obtener una imagen unificada de la información que recibimos a través de los mismos. Estimular el aprendizaje a través de los sentidos Un ambiente rico en estímulos y con espacio amplio y seguro para explorar favorece el conocimiento del mundo y sus mecanismos en la primera infancia. La participación en propuestas sensoriales les ayuda a entender el mundo que les rodea. A través de sonidos, formas, texturas, olores, colores y el tacto absorben información de lo que hay a su alrededor con múltiples beneficios para su desarrollo: El control del movimiento que requieren estas propuestas les ayuda a calmarse y relajarse. Ayudan a estimular la curiosidad, atención, concentración y el deseo por el aprendizaje Al manipular y entrar en contacto con distintos elementos, formas y texturas perfeccionan la motricidad fina y gruesa y la coordinación óculo-manual, tan importante para las actividades que realizamos día a día. Al clasificar, manipular y probar las relaciones causa-efecto se favorece la construcción de conexiones en el cerebro, desarrollando a su vez la memoria, la imaginación y la creatividad. Al sentir que pueden controlar sus acciones se refuerza también su autoestima. La preparación y propuesta de actividades sensoriales debe ir acorde al momento evolutivo e intereses específicos de los niños y niñas participantes en dicha experiencia. Deben ser propuestas que les permitan explorar de forma segura y autónoma, dejándoles libertad para que puedan ser dueños de sus acciones y así el adulto acompañante pueda observar desde un segundo plano. En el ámbito de la escuela, la interacción del niño o niña con la propuesta sensorial es un momento precioso, lleno de información para las personas acompañantes, pues es cuando su verdadero “yo” aflora, cuando podemos tomarnos tiempo para conocerlos más en profundidad. En casa también podemos realizar infinidad de actividades que no sólo trabajan los sentidos, sino que nos ayudan a reforzar el vínculo con nuestros niños y niñas. Algunos ejemplos pueden ser: Convertir las rutinas de higiene en momentos de experimentación sensorial: el baño, el cambio de pañal, leer un cuento antes de acostarse… La cocina les proporciona un entorno multisensorial de gran valor. Merece la pena adaptarla para que sea un entorno seguro donde pueden explorar y manejarse con autonomía Jugar con la luz y las sombras. Experimentar con los sonidos de objetos cotidianos e instrumentos musicales, cantar juntos, leer juntos. Poner a su alcance objetos des distintos materiales con distintos colores, formas y texturas. Experimentar con plastilina, masas sensoriales, hielo, agua a distintas temperaturas Si os animáis a experimentar junto a vuestros hijos e hijas o aconsejamos lo siguiente: Sencillez: cuanto menos haga el objeto por ellos, mejor. Seguridad para que pueden manipular libremente: evitar objetos que se puedan tragar, pinturas tóxicas, elementos que se puedan desprender. Plantear pocas opciones que se puedan ir rotando y cambiando. Asegúrate de que haya variedad en tipo de materiales, formas y texturas. Acompaña sin intervenir , deja espacio, observa y aprende de sus interacciones con las cosas. Participa si así lo deseas, abandónate a la experimentación sensorial, pero hazlo porque te apetece, no para “enseñar cómo se hace” a tu niño o niña. Un entorno maravilloso para experimentar con los sentidos es la naturaleza ya que en ella encontraremos todo tipo de experiencias sensoriales: nieve, conchas, moluscos, piedras, palos, arena, flores, tierra, barro, insectos, mamíferos, árboles, agua, el balanceo de las ramas que se mecen con el aire, el rumor de las olas, praderas y cuestas para hacer la croqueta… Somos seres sensoriales desde que nacemos, aprendemos con nuestros sentidos, con nuestro cuerpo. Es muy importante que dejemos a nuestros niños y niñas experimentar, sentir y que se manchen en el proceso, pues esas experiencias que viven en los primeros años de su vida conforman la base para el desarrollo de sus capacidades cognitivas. Fuentes: Bueno, D. Neurociencia aplicada a la educación. Ed. Síntesis 2019 Couso, M. Cerebro, infancia y Juego. Ed. Destino Montessori, M. La mente Absorbente Ed. Montessori-Pierson Publishing Company